Breves Reflexiones VIII

  1. Esa extraña sensación de regresar de vacaciones feliz, en un estado casi eufórico. Preguntarme una y otra vez, vuelta tras vuelta en la cabeza: ¿para qué? ¿para qué todo? ¿Para qué el secretísimo deseo de demostrarle algo a todos a través de redes sociales, el trabajo, el status social? Lo digo con mi lista de favs de Shein casi llena.
  2. Acabo de pasar unos cuantos días en El Paso, Texas y exactamente un día en Ciudad Juárez. Estar rodeada de contrastes tan marcados ha sido como estar en casa (siempre me ha gustado definirme como una mujer de contrastes, ya sabes: negro y rosa, dulce y salado, el diablo y Hello Kitty. Siempre conexión, nunca disyuntiva). Percibir la calma de El Paso y la bocina a todo volumen en una cocina de Ciudad Juárez; las tiendas con vidrios limpios en una y los puestos de dulces con papel picado en la otra. Los fantasmas en la calle de una, los gritos de la gente en la otra. Ambos escenarios, ambas ciudades complementándose, pero al mismo tiempo marcando violentamente sus límites en un aire de hostilidad latente. Entiendo profundamente lo que han hecho juntas y al mismo tiempo separadas por un puente que por un lado se cruza por seis pesos y por el otro te cuesta diez. Un puente con un alambrado puntiagudo. Un puente que levita sobre un río color lodo. Un puente que por un lado te preguntan a qué vienes, y por el otro te preguntan qué traes de allá.
  3. En otros asuntos: estos últimos meses he sentido que la vida quiere que sane heridas; las que me he hecho, las que he provocado, las que me han provocado a mí. Hay una Elsa sedienta por ver el mundo, no pelearse con él. Y aunque a veces falle, la brújula siempre me regresará al centro. Estoy bien. Todo en paz.
  4. También es que ya estoy grande. 36 años no acarician, me queda claro. El otro día le dije a alguien “ya me pueden decir las cosas bien, ya veré qué hago”. Ese ya veré qué hago (descubro, intuyo, deduzco) es nada más apechugar y luego dormirme. Ya no hay tiempo para sufrir. Ni ganas.
  5. (Obligarme a escribir como antes en mi juventud: qué hice en el día, qué comí, con quién me besé. Regresar a la comodidad de ventilar el corazón).
  6. Regresar a escribir.

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