- Disclaimer: No voy a defender el cigarro. Puedo ser de muchas cosas absurdas en esta vida, pero defender algo así me parece necio.
- Soy una persona que bebe, que a veces se altera los sentidos. A veces como cochinadas, y que algunos domingos no hago nada. Soy una persona –a eso voy– que a veces hace cosas, y algunas de esas cosas tienen la particularidad de hacer daño. No digo “matan”, porque si nos clavamos en eso (y si se me permite ser muy intensa) el simple hecho de vivir mata; pero sí hay una diferencia entre acercarse a la muerte por el paso del tiempo y por hacerse daño. Hay una idea aquí que no exploraré el día de hoy.
- Un día desperté y se anuncia que en la ciudad estará prohibido fumar en todos lados prácticamente. Bares, conciertos, terrazas, donde quieras. Y está bien, supongo. La lucha por la salud, la vida, lo que quieras. Pero me parecen curiosos algunos fenómenos que surgen a partir de esto. Por ejemplo, la oportunidad de la gente no fumadora de decirle a alguien “eres un asco”. Los infinitos tweets, posts, comentarios de “me alegra que tú, y esa asquerosa bruma que te sigue, vivirán lo que siempre debieron vivir: ser repudiados”. Y no soy tonta: entiendo lo molesto que es el humo, el olor, lo entiendo todo. No vengo aquí a que me expliquen la anatomía de su odio, que me queda muy clara. Únicamente me parece curiosa esa altanería con la que la gente te señala con el dedo índice apuntando a la cara, y creen que la ley consiste, no sólo en prohibir el cigarro, sino que admitas que eres un asco.
- Tampoco fumo tanto. Incluso le tengo un cariño especial al cigarro. Máximo tres a la semana, o puedo pasar un mes y cacho sin abrir mi cajetilla que guardo celosamente en un cajón. A veces algo de trabajo no sale, y el cigarro frente a la compu surge. A veces fumo después de llorar (si me preguntas, el mejor de los cigarros). A veces cuando leo sale uno. En mi vida es una compañía en momentos donde quiero un impulso. Es un gusto adquirido de algo que, curiosamente, no sabe ni huele bien, pero que me atrevo a llamarle placer.
- Un cigarro ha sido mejor compañía que algunas personas. Pienso: personas me han hecho más daño que un cigarro (qué pretenciosa yo también).
- Y lo entiendo todo. Entiendo el odio al cigarro, al humo. Empecé este post diciendo que no lo voy a defender. Pero como alguien que ocasionalmente recurre al cigarro, al menos poder expresar este vínculo sin que se me señale como un asco de ser humano sería algo lindo. Pero menciono el tema, y a todos se les babea la boca por decirme de sus tías que fumaban embarazadas, de los tíos que fumaban 8 cajetillas diarias. De sus hermanos que fumaban en los kinder, los maestros que fumaban en los salones. Y de todos, se menciona: “Son un asco, son un tremendo asco”.
- Sí, también me tocó presenciar esas situaciones. Incluso ver a gente sufrir por esto. Pienso: oye, ya sé. Ya sé. Y no los defiendo a ellos. Sólo quería decir: a veces me gusta el sabor del cigarro. Me da un poco de placer. Gracias.
- De esto, veo cómo el ser adicto a algo es sinónimo de no merecer llamarse “ser humano”. La limpieza como modelo a seguir. Otra idea que no exploraré el día de hoy (este es un humilde blog, quiero enfatizar).
- Una vez, alguien me dijo que su papá murió de cáncer. Fumaba. “Yo lo dejé, pero a veces se me antoja”, continuó. En otra plática, me dijo: “pese a todo, me gustaría echarme un cigarrito contigo“.
- Cigarrillo forrado de blanco / El color de la pureza y, ¿Qué llevás en el alma? Lo negro / ¡Cuántos somos los que nos aferramos / A tus pitadas profundas y exhalamos de una vez! / (Mientras tragamos tu veneno).
- Pese a todo.
Month: January 2023
Posibilidades
- Empiezo el año con una noticia quizás no tan inesperada, pero definitivamente pensé que no la escucharía tan pronto: mi gato, Pirata, tiene una enfermedad renal. Algo común en los gatos, pero incluso si se piensa como un consuelo la idea de “porque así pasa”, duele escuchar esto porque Pirata no es un gato común.
- Pirata se distingue por su porte elegante, un ojo, dos orejitas bonitas y un pelaje blanco y negro, que en alguna especie de ironía, me ha llenado la vida de color. Este gato, el gato con quien he compartido espacio estos últimos años de mi vida, está enfermo, y es algo con lo que tendremos que vivir. No es algo necesariamente fatal (¿otro consuelo?), pero no todo tiene que ser catastrófico para que pese en el alma: la infinidad de posibilidades, todos los caminos a los que esto nos puede llevar, es suficiente para pensar que este mundo, así como tiene maravillas, también tiene cosas espeluznantes.
- De hecho, hace algunos años vivimos un episodio catastrófico: una sonda en su cuello que conectaba a su estómago, un Pirata escurridizo difícil de encontrar. Sanar heridas, inyectar comida, abrazarlo mientras me llegaban mails terroristas del trabajo (antes de conocer la maravilla que es trabajar desde casa, la pre-pandemia). Pirata libró la muerte, en parte por mi mamá y mi tía quienes me ayudaron en la titánica tarea de darle sus medicinas, y en parte porque, en este resplandor de posibilidades, todavía no le tocaba irse. Pero desde entonces, desde ese lapso en nuestras vidas, he tenido presente que las cosas, las personas, los días se nos van, y mi gato se va a ir un día.
- Ahora el escenario es diferente. Trabajo desde casa, por lo cual es fácil vigilarlo. Puedo darle su medicina con más calma, con más paz, con un horario más humano. Un Pirata ya no tan escurridizo, que ya no huye a la menor provocación. Únicamente son dos medicinas (una pastillita que le doy sin problemas y un polvito que, aunque juren que sabe al paté más elegante del palacio de Versalles, él nomás no da. No da). Hay un escenario distinto al de hace algunos años, pero creo que también soy diferente: te quiero ayudar, y estoy en posibilidad de hacerlo. Y lo haré. Y como soy Libra, equilibrar: prometo no tener pensamientos de desastre, también prometo pedir ayuda si la necesito.
- Quizás no estoy tan sola en este mundo.
- Estas últimas noches, Pirata se duerme a la altura de mi cuello. Poso la cabeza en él. Es como si lo supieramos.
- En el refrigerador, un cajón guarda sus medicinas y las mías. Los dos ahora tenemos otra conexión cósmica: medicamentos que nos acompañarán por toda la vida. Y eso está bien.
- La simple idea de que Pirata deje este mundo me truena el corazón. Es pensar: Sorata y yo nos quedaremos solas. Es pensar que no querré amar a otro gato en mucho tiempo. Es pensar en todo lo que pude haber hecho, y pensar en tenerme un poco de piedad, porque ni yo puedo ganarle a la muerte. Es pensar en todas las ausencias que vendrán. Hay cosas que me esperan en esta vida, buenas y malas, depende del cristal con que se miren, pero a lo que me quiero referir no tiene que ver con juicios de valor: me refiero a que todo eso llegará y que tendré que ser fuerte y tendré que ser débil y que todo pasará. Que todo pasará y que deberé caminar en línea recta a una dirección que nadie te da.
- Pero ya. Estas cosas, estas emociones, se pensarán cuando se tengan que pensar, se sentirán cuando se tengan que sentir. “Debo estar bien, para que él esté bien”. Pirata me necesita, y aquí estoy. En el paisaje que hay en mi alma, necesito que habite un cielo despejado, brillante, con una luz enceguecedora. Una luz en la que, no obstante, hay un punto negro en medio, una estrella negra titilante, que me recuerda que para todo día hay noche, y que eso no lo juzgue. Sólo es. Y llegará. Porque así pasa.