Cuando era niña, si había una tradición que me gustaba mucho en mi casa, era la de sentarme frente a la televisión con mi tía y escuchar a Walter Mercado. Era DE LEY que nos sentáramos a escuchar nuestros horóscopos (capricornio y libra) y luego escuchar a mi tía suspirar por las hermosas capas que usaba Walter Mercado en televisión. No sólo era un momento bonito con ella, sino que también fue de los primeros caminos por los que me fue interesando el mundo de los horóscopos: era curioso ver esta manera de decirle a la gente que las cosas pueden estar bien, y que siempre hay luz.
Ahora en Netflix se ha estrenado el documental ‘Mucho, mucho amor’ (aquí pueden leer la entrevista que le hice a los realizadores en Glamour) donde además de saber algunos datos sobre su vida y obra, veremos qué fue lo que ocurrió con Walter Mercado los últimos dos años de su vida, cuando se alejó de las cámaras. Es un documental precioso, que lo tiene todo: drama, comedia, ropa hermosa, joyas, corazones rotos y un ascenso cual ave Fénix. Sin embargo, algo que de verdad atrapó mi corazón, fue un momento en que el entrevistador le pregunta a Walter Mercado si algún día pensaba retirarse. Él, por supuesto, dice que no, que nunca se va a ir. Lo dice un Walter Mercado con un cuerpo cansado, años sin salir frente a la televisión a diario (que eso no quita que siga siendo Walter Mercado). Pero en eso, Walter suelta una de las frases más hermosas que he escuchado para definir un legado: “Walter Mercado used to be a star, now he’s a constellation” (“Walter Mercado era una estrella, ahora es una constelación”).
Desde que escuché la frase en el documental, no dejo de pensar en ella. Me gusta pensar en la manera tan perfecta que van esas palabras con todo lo que rodeaba a Walter Mercado: sus capas, sus joyas, los signos zodiacales, el tarot, su hermosa vanidad. Efectivamente, una estrella – una supernova – ahora una constelación.
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Hace poco leí un artículo sobre Prince y su legado, y me sorprendió ver que la gente lo recordaba por su porte, admirable exuberancia, y por la manera en que él mismo se maquillaba, y cómo simplemente iba bien con él. No era algo que se le cuestionara, simplemente él y el delineador ya eran uno mismo. Estas palabras también me llegaron al corazón directo, porque para el ojo no tan avispado, hablar sobre maquillaje podría parecer algo superfluo y sin importancia, pero hay personas que simplemente se fusionaron con esas cosas, y son parte de su identidad y de su legado. Tenemos a Prince, a David Bowie.
(Es curioso: justo estos hombres que me vienen a la mente mientras escribo esto, son los que le dijeron adiós a los estereotipos de lo que “significa” lo masculino, y encontraron una manera de conectar profundamente con eso que entendemos como femenino. El maquillaje, el vestuario, el glitter. Quizás son esos legados, los que rompen prejuicios, los que me inspiran en este momento).
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El tema de la muerte es algo que siempre nos resulta muy incómodo. En mi caso, muchas veces me niego a hablarlo cuando se trata de una persona cercana (¿realmente alguna vez estás preparado para hablar de toda la parte burocrática que implica morir?) y también me parte el corazón cuando alguien tiene una experiencia de este tipo con un familiar o alguien cercano. La idea de la ausencia nos resulta terrorífica, y creo que también es un recordatorio de que nos espera eso en nuestro camino (creo, no sé, al menos me pasa a mí, pero no soy científica).
Pero pensando en esa frase de Walter Mercado y el artículo de Prince… me pregunté de qué manera me gustaría ser recordada. No necesariamente por todo el mundo, claro, pero al menos el átomo que comprueba que estuve en un lugar mientras había luz en mi cuerpo. De broma (¿broma?) en una plática, le dije a unos amigos que quiero mi lápida con mucho glitter. Shiny happy tomb. Pienso en adornos, en cosas con las que me identifico. Pienso en la memoria como un punto final a mi identidad, y una tumba de piedra contra una de glitter… no sé, son ideas random.
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Me quedo pensando que la vida es muy corta como para desperdiciarla con gente nefasta, o no siendo feliz, sea lo que sea que eso signifique. Y siento cómo estas ideas se vuelven más punzantes mientras avanza la cuarentena, las noticias y aparentemente el fin del mundo. Pienso que ya sólo está la búsqueda por ser feliz, que las cosas sean más amables. Quiero hablar de las cosas que amo, que me apasionan, quiero tener intensos debates donde juro por mi vida que yo estoy bien y los demás no, pero que al final brindamos con una cerveza en mano. Quiero hablar de amor, hablar de astros, de tarot.
En este punto de la vida, siendo una estrella en un firmamento, sigo descifrando mi camino. Y en un mar de incertidumbre, medio siento que lo único que puedo hacer, mientras viva, es tratar de brillar más.
Quizás así las personas se vuelven constelaciones.