- Estos días ha habido algunos flashes al pasado, especialmente por una plática en París; recordar los blogs, noviazgos toxiquísimos, escribir como si mi vida dependiera de ello. Y quizás era así; nada me desahogaba más que abrir el desk de blogspot y escribir, escribir, escribir. Una verborrea juvenil e ingenua, el día a día, dejando pistas de dolor entre las palabras, imposibles para los demás, pero clarísimas para mí. Pero ese pasado ya no duele, ya no se siente punzante. Al contrario: me causa curiosidad, fascinación. Me deja claro que he vivido bastante. La mayor prueba es que lo recuerdo en una plática en París. Cuánto he cambiado.
- Otra plática en París, con otra persona a la que admiro mucho. Me pregunta si tengo pareja y respondo “creo que ahora me emociona conocer gente”. Reflexiono mi respuesta en el avión de regreso a México: Me emociona la idea de conocer, pero no la de memorizar. Y eso está bien.
- Surge una nueva idea en Berlín, mientras como mi desayuno y un mesero se ríe de la ternura cuando le pregunto cómo se dice “en efectivo” en alemán y me responde “es tan complicado”. Nos reímos. Se levanta, me da unos golpecitos en la espalda y me dice “Have a wonderful Day”. Wonderful, indeed.
- Escribir, para recordar. Leo en algún lado: “El cerebro es para tener ideas, no almacenarlas”. He confiado demasiado en mi memoria y algunas ideas que quiero hacer realidad se tornan difusas ahora. Intento el ejercicio de tomar notas de todo. A ver qué pasa.
- En algún momento, escribir lo que fue Berlín, lo que fue París. Pero en un breve, brevísimo resumen: me gusta estar viva. No, más bien: me gusta vivir, con sus consecuencias, con sus haces de luces. Sin lo que tanto anhelaba, sin aquello que me roba de mí.