Cuando era niña, no me imaginaba lo complicado que podía ser el amor. Al crecer con tantas películas infantiles donde los buenos siempre ganan y los malos siempre pierden, claro que recibí una explicación bastante básica –y falsa– de esta palabra, desarrollada en mundos totalmente imposibles. En realidad, el amor es un millón de cosas. Es mucho más emocionante, mucho más confuso. Muy cruel y aterrador. Le sufres, le lloras, te da insomnio. Lo amas. Es química, es poesía.
Es hermoso.
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No sé si a todo el mundo le ha pasado, pero cuando era más jovenzuela, la mayoría de las veces en que me aventuré a decirle a un hombre que me gustaba, sólo obtenía una cosa: distancia. Optaban por dejar de hablarme, como si con eso las cosas iban a ser más fáciles. ¿Fáciles para ellos? ¿Fáciles para mí? Sigo sin una respuesta. Pero este tipo de acciones fueron parte de una educación sentimental bastante visceral, que vinculada al secretismo heredado de mi familia, sólo pude concluir una cosa: es más fácil guardarte las cosas. Amar a escondidas, pero nunca hacer nada con eso. La procesión va por dentro, diría Kevin Johansen.
Esto, –posterior y naturalmente– fue empeorando: ya mejor no abras nunca el corazón. Ni para el amor, ni lo que sientes, ni lo que ocurre en ti. Nadie entra y nadie sale.
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Sobre esto, también pienso: ¿qué hay en dejarle de hablar a alguien que te dice que siente algo por ti? ¿Es evitarte problemas? ¿Es no tener que lidiar con sentimientos (¡que ni siquiera son tuyos!)?
Slavoj Žižek (sí, perdón, ya sé) escribió en ‘Cómo leer a Lacan’: “Descubrirse en la posición de amado es tan violento, incluso traumático: ser amado me hace sentir directamente la distancia entre lo que soy como un ser determinado y “eso” insondable en mí, que es causa de deseo. La definición que Lacan da del amor -“Amar es dar lo que no se tiene…”- debe suplementarse con “… a alguien que no lo quiere”.”
¿Por qué se rechaza el amor?
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Ahora que estoy repasando ‘Girls’, en la segunda temporada, Shoshanna (la verdadera heroína, cómo no lo vimos antes) le confiesa a Ray que lo ama. Él se tapa el rostro y le dice “¿Por qué me dices esto?”
Previamente, Ray le había dicho a Shoshanna que era un perdedor sin casa, sin trabajo y sin pasiones.
(Pero hay alguien que lo ama).
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Ahora ya con 32 años sobre mis hombros, veo en el amor algo lleno de posibilidades. Y últimamente, cuando hablo con la gente de lo complejo que es este tema, me ha dado por concluir que, en una de esas, ni es tan difícil. Lo hacemos difícil, pero todo lo que vivimos nunca deja de ser un 2+2=4. Y vas aprendiendo que eres las personas que amas. Que eres sabotaje, eres momentos intensos, eres imposibles. Que eres patrones, que eres gritos de auxilio. Eres lo que amas. Eres lo que odias. Y lo que deseas.
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“And I think about how loving someone is kind of like being president, in that it doesn’t change you, not really. But it brings out more of the you that you already are”.
Raphael Bob-Waksberg, en ‘Someone Who Will Love You in All Your Damaged Glory’
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Tengo la teoría (que obvio llegué a ella por terapia, no por otra cosa), que mi mamá y mi tía fueron las mujeres cruciales que formaron la manera en que me desenvuelvo con el mundo. Mi mamá confiesa que no le gusta mucho abrazar, porque no podía hacerlo con su mamá por “x” y “y” razones. Es algo que se le quedó. Mi tía, por otro lado, es la que escucha música a la hora del desayuno, da unos brinquitos a manera de baile y te abraza mientras te estás sirviendo el cereal. Mi tía, al haberme criado todos los días mientras mi mamá trabajaba, me dio una infancia llena de abrazos, y descubrí lo mucho que me gusta que me abracen. Mi mamá me dio fortaleza en un mundo violento. Una resiliencia que se paga con silencio.
Esta es otra dualidad que soy: la del tacto y la del silencio.
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También me ha resultado fascinante ver los límites que nosotros mismos le ponemos al amor. Amar a alguien no necesariamente es un noviazgo. Una relaciónno es necesariamente un para siempre. Un crush no necesariamente tiene que ir a algún lado (ya con el lujo de sentir algo por otra persona te puedes dar por bien servido). Me aterra sentir cosas. Me aterra abrir mi corazón. Me aterra que la gente me conozca.
Pero también me encanta.
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En ninguna bondad, en ningún amor
voy a creer,
más indefensa
que las hojas de noviembre.
Ni a confiar,
en nada vale la pena confiar.
Ni voy a amar,
a llevar el corazón vivo en el pecho.
Cuando suceda lo que ha de suceder,
cuando suceda,
me latirá un hongo seco
en lugar de corazón.
(Wislawa Szymborska)
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El amor. Qué concepto.