- Empiezo el año con una noticia quizás no tan inesperada, pero definitivamente pensé que no la escucharía tan pronto: mi gato, Pirata, tiene una enfermedad renal. Algo común en los gatos, pero incluso si se piensa como un consuelo la idea de “porque así pasa”, duele escuchar esto porque Pirata no es un gato común.
- Pirata se distingue por su porte elegante, un ojo, dos orejitas bonitas y un pelaje blanco y negro, que en alguna especie de ironía, me ha llenado la vida de color. Este gato, el gato con quien he compartido espacio estos últimos años de mi vida, está enfermo, y es algo con lo que tendremos que vivir. No es algo necesariamente fatal (¿otro consuelo?), pero no todo tiene que ser catastrófico para que pese en el alma: la infinidad de posibilidades, todos los caminos a los que esto nos puede llevar, es suficiente para pensar que este mundo, así como tiene maravillas, también tiene cosas espeluznantes.
- De hecho, hace algunos años vivimos un episodio catastrófico: una sonda en su cuello que conectaba a su estómago, un Pirata escurridizo difícil de encontrar. Sanar heridas, inyectar comida, abrazarlo mientras me llegaban mails terroristas del trabajo (antes de conocer la maravilla que es trabajar desde casa, la pre-pandemia). Pirata libró la muerte, en parte por mi mamá y mi tía quienes me ayudaron en la titánica tarea de darle sus medicinas, y en parte porque, en este resplandor de posibilidades, todavía no le tocaba irse. Pero desde entonces, desde ese lapso en nuestras vidas, he tenido presente que las cosas, las personas, los días se nos van, y mi gato se va a ir un día.
- Ahora el escenario es diferente. Trabajo desde casa, por lo cual es fácil vigilarlo. Puedo darle su medicina con más calma, con más paz, con un horario más humano. Un Pirata ya no tan escurridizo, que ya no huye a la menor provocación. Únicamente son dos medicinas (una pastillita que le doy sin problemas y un polvito que, aunque juren que sabe al paté más elegante del palacio de Versalles, él nomás no da. No da). Hay un escenario distinto al de hace algunos años, pero creo que también soy diferente: te quiero ayudar, y estoy en posibilidad de hacerlo. Y lo haré. Y como soy Libra, equilibrar: prometo no tener pensamientos de desastre, también prometo pedir ayuda si la necesito.
- Quizás no estoy tan sola en este mundo.
- Estas últimas noches, Pirata se duerme a la altura de mi cuello. Poso la cabeza en él. Es como si lo supieramos.
- En el refrigerador, un cajón guarda sus medicinas y las mías. Los dos ahora tenemos otra conexión cósmica: medicamentos que nos acompañarán por toda la vida. Y eso está bien.
- La simple idea de que Pirata deje este mundo me truena el corazón. Es pensar: Sorata y yo nos quedaremos solas. Es pensar que no querré amar a otro gato en mucho tiempo. Es pensar en todo lo que pude haber hecho, y pensar en tenerme un poco de piedad, porque ni yo puedo ganarle a la muerte. Es pensar en todas las ausencias que vendrán. Hay cosas que me esperan en esta vida, buenas y malas, depende del cristal con que se miren, pero a lo que me quiero referir no tiene que ver con juicios de valor: me refiero a que todo eso llegará y que tendré que ser fuerte y tendré que ser débil y que todo pasará. Que todo pasará y que deberé caminar en línea recta a una dirección que nadie te da.
- Pero ya. Estas cosas, estas emociones, se pensarán cuando se tengan que pensar, se sentirán cuando se tengan que sentir. “Debo estar bien, para que él esté bien”. Pirata me necesita, y aquí estoy. En el paisaje que hay en mi alma, necesito que habite un cielo despejado, brillante, con una luz enceguecedora. Una luz en la que, no obstante, hay un punto negro en medio, una estrella negra titilante, que me recuerda que para todo día hay noche, y que eso no lo juzgue. Sólo es. Y llegará. Porque así pasa.
Lloré mucho al leerte.
Gracias por poner en palabras cosas que yo también siento por mi gatita.
Te mando un fuerte abrazo. Pirata tiene a una gran humana.
LikeLike