Una mañana me levanté con esa pesadumbre clásica con la que todos amanecemos, pero al mismo tiempo era un día en que también me sentía rara. No sé describirlo con exactitud, pero era una combinación donde sentía esos fulgores en los que estoy segura sobre lo que estoy haciendo en mi vida, que luego transmutan en el vacío de no saber lo que debo hacer, buscando un consuelo al pensar si tan siquiera puedo tener algo de control en mis manos. Era un estar y no estar, por así decirlo. Últimamente digo mucho la frase “pues ya se va a acabar el mundo, ps total“, ¿quizás ya me lo estoy creyendo?
Ese día me escribió una publirrelacionista con la que trabajo mucho. Me mandó un pantallazo de un newsletter del canal donde trabaja y acompañado de la imagen, un texto que rezaba “mira!”. Al abrir el archivo, vi que una de mis entrevistas había sido circulada en los highlights internacionales de ese canal, con un quote de la celebridad a la que entrevisté. Me dijo que a su equipo y a ella les había gustado cómo había quedado el texto, y que lo mandaron a Miami, que a su vez lo mandaron a Londres para que lo enviaran como los highlights del mes a todo el mundo. Recibo esta noticia (¿es pequeña? Mi corazón dice que no) como un bálsamo para el alma, porque de cierta manera me valoraron como periodista, como alguien que escribe: a algunas personas les gustó lo que hice y lo mostraron en su mundo. Considero esta una batalla ganada, una estrellita del tamaño de un frijol, colgando de mi cuello con una cadenita de oro. Y me hace feliz. No es que necesitemos de la aprobación externa, pero pensar “hola, tengo algo que decir” y que te escuchen/lean y valoren, se siente bien, ¿no? ¿O es esta la definición de cuando ahora en Internet decimos ‘¡La audacia!’?
Pasan las horas y ese día me doy cuenta de que veré a una chica con la cual siempre termino hablando de cosas muy espirituales –alma, universo, espíritu, ayahuasca– y por supuesto que ese día no fue la excepción. Honestamente, dentro de las cosas en las que creo fuertemente, es no jugar con las fuerzas que no están en mis manos, y la naturaleza entra en esa lista, especialmente el tema de la ayahuasca y la Pachamama. No es tanto el malviaje; sólo me atrae saber lo que la gente ve… pero no lo que yo vería. Tengo amigos que han visto a sus familiares que han fallecido, ex novios, a Dios, o que han experimentado algo parecido al infierno, “pero no lo es, porque no es así ahí“, me dicen. Hace tiempo, en una fiesta una amiga me contó que una vez tomó varias dosis de ayahuasca, pero que simplemente “no se iba”. Entonces se acercó con el Maestro (¿se les llama así? Tantas preguntas) y él le dijo que estaba “taponeada”. Entonces él le puso la mano en el corazón, le dijo “buen viaje” y que dio un ligero golpecito con su otra mano, y mi amiga me juró (casi ante notario) que sintió cómo se desconectó de su cuerpo, y que su espíritu se dejó ir en caída libre, donde vio cosas que, incluso esa noche entre cervezas y papitas, todavía le llenaban de desconcierto. Hay veces en que me pongo a pensar en esa plática, en ese “tapón” del corazón y cómo no dejas entrar y no dejas salir. Una vez que me fui a leer el tarot, y le dije a la hermosa chica que me hizo la lectura “siento un tapón en el corazón”, porque de verdad, me sentí identificada con esa imagen (¿pero quisiera vivirla?). Anywho, regresando a la comida, los temas que siempre hablo con esta chica volvieron a la mesa, entre cocteles y pan recién hecho: ser uno con el universo, las conexiones que hacemos; sobre fractales y el destino. Todo eso resuena en mí, especialmente cuando vas por la vida sin religión, el desconsuelo de un mundo que de verdad te orilla a no tener fe. Y hablamos sobre ayahuasca, claro. Para ella, mis preguntas eran más bien una serie de grietas donde se asomaba la curiosidad, así que me dice que me dará información, y ya me dirá ella si lo deseo. “Y no te va a pasar nada, créeme. Lo veo“. Es extraño que yo esté tan segura de no querer hacerlo, pero al mismo tiempo me da sed saber qué se ve en esa “dimensión”. ¿Será que lo que quiero, es creer que la gente puede ver eso tan esencial que es invisible a los ojos, aunque sea con la ayahuasca? Ya sé, ya sé.
Antes de despedirnos, me abraza muy fuerte y me sonríe de tal manera, que me hizo pensar que quizás soy una buena persona. No he hecho muchas cosas para pensar lo contrario, pero a veces cargamos tantos demonios, que nublan la vista. Y quién sabe, ¿qué tal que aparecen en mi viaje astral? Y yo los veo de otra manera: en terapia.
La terapia que tuve justo ese día fue una hora llena de esos fulgores donde estoy muy segura de quién soy, y más importante, de lo que no soy: Elsa no es la exnovia de “x”, no soy la editora, No soy la hija de alguien. Soy Elsa, la que está cruzando un camino, y la que confía en él. La que siempre fluyendo, nunca influyendo. “Trust the path unseen” dice mi mejor amiga, y eso es: soy la que confía en lo que ha hecho, lo que ha cosechado. “Mira el nivel de integridad con el que vienes hoy“, me dice mi terapeuta (¿feliz? Siempre es bueno ver a tu terapeuta feliz). Salgo de ahí, preguntándome si es un momento lúcido, o si sólo estaba hablando muy bien de mí, después de que me dijeron que les gusta cómo escribo, del universo, del espíritu, de que quizás la Pachamama sería benevolente conmigo.
Salgo de terapia para ver justamente a mi mejor amiga, quien va a dar una plática en el SOMA sobre identidad y ficción. ¿Es coincidencia esto también? Justo el día en que me validan otros, en que una conversación sobre cosas metafísicas tiene toda mi atención, cuando en terapia creo estar tan segura de quién soy, ¿es coincidencia ver a mi mejor amiga y a otros de sus colegas hablando sobre personalidad y cómo nos formamos y desenvolvemos en el mundo (siendo mi amiga, la mejor de su grupo, la verdad)? ¿Es por lo que nos dicen los demás como vamos esculpiendo nuestro ser? ¿Se nos puede derrumbar eso también? Somos lo que heredamos, es otra frase que me repito muy seguido estos días.
Regreso a casa, e incluso hoy pienso mucho en ese día. En el momento tan lleno de confianza al decir quién es Elsa. Al sentirme validada por algo que yo hice. Al pensar de dónde estoy tomando todas las cosas que me forman. ¿Qué significan momentos como estos en la vida? De verdad me siento un poco ingenua, porque debe ser una de esas experiencias donde le pides a La Vida que te hable claro, y La Vida te manda un mail en fuente Helvetica tamaño 15, diciéndote las cosas de la manera más clara, y uno sigue sin ver.
Pero tanto, en un día. No puede ser coincidencia. Y no tengo una conclusión clara. Pero ya se está acabando el mundo, así que ps total.