Del tarot y la dualidad que soy

IMG_85362.jpg

Amo leerme el tarot. Ya sé, ya sé, aquí es donde vienen todos los científicos a decirme que cómo-es-posible, que el universo no tiene nada qué decir, que la vida son hechos. Ya sé. Sin embargo… como ya dije algunos ayeres, siempre que pueda tomar un buen consejo, sea de donde sea que venga, la verdad es que lo voy a tomar. Lo voy a tomar porque a veces siento que es lo único de lo que puedo aferrarme en un mundo tan distante, tan inmediato y tan futil. Y nadie me puede sacar de ahí, lo siento. 

Empiezo con esta aclaración, porque fue con una lectura de tarot en estos días donde empecé a pensar en algo que no puedo quitarme de la cabeza, y que quizás está cambiando mi vida por completo (¿suena exagerado? En mi mente no). Un poco de contexto: el otro día fui a un evento donde podías tomar un “cocktail de vodka” (no sé si mezclar Vodka con refresco yoli y jarabe rojo entra en la categoría de cocktail, pero eso no se va a discutir aquí), comer un churro de ‘El moro’ y leerte las cartas con una tarotista. Por supuesto me apresuré a ver todo lo que se tenía que ver en en dicho evento, para luego ir directo con la tarotista, porque simplemente no se puede dejar pasar este tipo de oportunidades… ¡gratis

Me siento en la sillita y veo a esta chica con detenimiento. Tenía todos esos clichés caricaturizados con los que describimos a las tarotistas: blusa blanca bombacha, joyas por todos lados, un delineado enorme, pelo chino esponjadísimo, labial naranja, siempre volteando los ojos hacia arriba. Nada grave, pero desafortunadamente en cierto punto sentí que más que leyéndome las cartas, estaba tratando de adivinar qué decirme, a ver qué pegaba. 

He tenido momentos muy bonitos con las personas con las que me he leído el tarot. Con una lloré porque sacó un tema que yo me esforzaba y esforzaba por esconder, como quien guarda algo bajo llave, la tira al mar… y ella la encontró. Ha habido quienes me dicen exactamente lo que necesitaba, y que me sirvió para empezar bien nuevos ciclo. ¿Pero con esta chica? Vaya, no sentí nada. Ni bueno ni malo: simplemente nada. Y siempre es una decepción no sentir nada.

Me pidió cortar el mazo siete veces mientras pensaba en mis preguntas y que también pensara mi nombre. Traté de hacerlo con el respeto que siempre le tengo a estos temas; honestamente nunca me han gustado las lecturas cuando un montón de gente te rodea; si quieres un momento íntimo para hablar de lo que te inquieta, lo que menos puedes hacer es pedir algo de privacidad. Pero aquí, rodeada de gente, cocteles de dudosa categoría y olor a churro, era lo que había, así que corté el mazo y pensé mucho en mi trabajo (¿todo tiene buena pinta?), en dinero (¿hay manera en que se multiplique…) y Berlín (….para irme de viaje?). Son los temas cruciales en mi vida, así que puse mis manos sobre el mazo deseando saber todo lo que quería. Saco la primera carta, se la doy (“la que soy yo”, dice ella) y es La Suma Sacerdotisa.

Seguí pasándole cartas y empezó diciéndome que veía a un chico. “De unos 30-35 años”. Para este punto ya me había perdido –y apenas había dicho cinco palabras– y le digo que no, no hay ningún chico, y no me interesa saber eso, porque honestamente en este momento de mi vida no podría importarme menos ese tema. Luego empeora: “no… veo a dos chicos. A dos”. Para este punto volteo los ojos como queriendo tocar pared con la cuenca del cráneo, le digo que no. Y es cuando empieza a merodear a ver a qué cosa le atinaba: que si mi familia, que si el trabajo, que si me llevo mal con alguien, que ve una riña, que ve alianzas. Ella en escritora del spin-off de Game Of Thrones, y yo simplemente me dediqué a decirle que no hasta que por fin terminamos. En ninguna lectura de cartas me habían dicho de peleas o vaticinado amores; todo debería ser una lectura de lo que te rodea y el camino a seguir, no hay ningún pronóstico. Desde ahí, ya lo único que quedaba era esperar a que se rindiera. Y cuando pasó, me dio un mensaje final:  me llegará una oferta de trabajo… pero puede ser en ocho días, o semanas o meses… pero años no, que de meses no pasa. Pero siempre pensando en ocho. O múltiplos de ocho.

Me despido del anfitrión y decido irme caminando a casa, ya que la tarde era preciosa. Y durante esta hermosa caminata, me fue imposible no pensar en lo raros que fueron todos esos minutos donde esta chica me inventaba hombres imaginarios. Pero no sólo eso: lo que me llamaba mucho la atención era lo verdaderamente lejano que me parece el escenario de tener pareja… tanto, que ni me interesa preguntárselo a las cartas ni acudir al pensamiento mágico en busca de respuestas. Lo veo aquí y lo veo en las apps de ligue, los chicos que me presentan y hasta en los hombres que se me acercan en fiestas. Sólo puedo pensar en la terrible pereza que implica empezar un ciclo con un hombre, pero no sólo eso, sino contemplar la posibilidad de que salga un machito detestable, un onvre insoportable, una depresión con piernas que espera reflejarse en mí, o cualquier otro premio de consolación que me traiga la ya conocida lotería del heteropatriarcado.

**

De las numerosas (pero no tan apantallantes) veces que me he leído el tarot, siempre me da cierto alivio (¿gusto?) que me salga una carta que tenga que ver con la feminidad, un tema con el que siempre he tenido mis disputas, ya que siempre he tenido una inclinación por lo que conocemos como masculino; los pantalones, las botas, las camisas, incluso los gustos. Siento que de ahí provenían muchos de mis problemas con mi reflejo, mi cuerpo, la aceptación de mi todo. Amo ser mujer, pero por lo que dice el mundo, ¿soy menos mujer si no uso faldas? ¿Si no uso escotes? ¿Mis botas industriales qué decían de mí en mi adolescencia? Si me encanta maquillarme, ¿eso cuenta? Ya ahora a mis 32 años me es fácil ver que estas cosas no necesariamente reafirman mi feminidad. Incluso ya me da una risa infinita cuando dicen que un grupo, una programa, una prenda o un videojuego son “para hombres” o es “muy masculino”. Qué magna estupidez. Pero una Elsa de 12, 20 ó 25 años no lo tenía tan claro y fácil. Aunque debo admitir que a veces esas dudas y decenas de inseguridades que creí dejar en el pasado, llegan a filtrarse por los huecos de mi presente, que no he sabido resanar a la perfección.

Busco en Internet a La Suma Sacerdotisa, mi primera carta en esa lectura: me encuentro con palabras como sabiduría, conocimiento, cambios, feminidad. Y leo una descripción que llega en el momento correcto de mi vida: 

La Suma Sacerdotisa se sienta a la entrada del templo sagrado de la dualidad. Lo masculino y lo femenino, lo negro y lo blanco, lo oscuro y lo claro. 

Y hacemos click: hay una pelea en mi interior que en estos momentos quiero equilibrar. Quizás yo también me encuentro entre esas dos torres, no sólo descifrando mi perspectiva del mundo, sino también mi identidad.

**

En la caminata que mencioné, dándole vueltas a la nula emoción que me da que una tarotista me haya dicho que “hay dos hombres en mi vida”, llego a la conclusión de que a lo mejor lo que me pasa, es que me encuentro en un momento de mi vida donde estoy reconfigurando el tipo de hombre que me gusta. ¿será que estoy condenada a conocer puros hombres que me hagan menos, que traten de curar sus traumas con una relación o que simplemente sean unos cretinos de lo peor? Una parte de mí cree que sí, otra parte está en paz con la idea de no volver a tener una relación seria con tal de no volver a aguantar este tipo de estupideces. Pero descubro que hay otra parte que podría estar soltándose del patrón machista al que he estado aferrada por tantos años, y que más bien se está fijando en algo más… atractivo. Un lugar que nunca había explorado y que llama mi atención. ¿Cuál es? Pues como en la vida nunca hay coincidencias, esto ocurrió:

Voy caminando por la colonia Condesa casi para llegar a Insurgentes, cuando a mi lado veo a un chico (guapo) paseando a su perro. El chico, debo mencionar, traía falda… y se me hizo increíblemente –profundamente– atractivo. Masculino y femenino. Mientras él avanzaba yo seguía su paso, y notaba cómo todos se le quedaban viendo; unos se burlaban, otros nada más sonreían. Lo seguí hasta que tuve que irme por otra calle para ir a mi casa, y doblé la esquina con esta idea: quizás este es el tipo de hombre. Uno cómodo con su parte femenina. Que simplemente es.

Esto es un descubrimiento enorme para mí. Incluso si nació con un gesto tan simple, como ver a un hombre quitarle el género a una prenda.

**

Dice mi terapeuta que no nos enganchamos con las cosas por nada. Y ahora que pienso en todo esto, se me hace coherente por qué estoy tan infatuada con Rammstein. Seis alemanes, originarios de la nación llamada Fatherland, quienes en sus últimos conciertos salen en falda, maquillados, con vestidos, incluso besándose entre ellos.

Veo el making of de ‘Mein Teil’, uno de sus videos más íntimos (donde compruebo que siempre fueron así, siempre estuvieron en paz con esa parte femenina que vive en ellos, pero ahora se dan el lujo de expresarla), y hay una parte que me parece mágicamente sensual: Schneider, el baterista, preparándose para personificar a una mujer (“Frau Schneider”, bautizado por los fans). Lo vemos pintándose los labios mientras se mira al espejo, poniéndose una peluca rizada, cerrando los ojos para que la maquillista le ponga mascara. En un momento, le preguntan qué cree que hará frente a la cámara, vestido de mujer. Él responde, acompañado de una risa tímida:

“I probably won’t do much. I’ll just be… more woman”.

Un hombre que simplemente será más mujer.

**

“La Suma Sacerdotisa trae un mensaje de conocimiento sagrado y misterios ocultos. Se sienta en la intersección de la mente consciente e inconsciente y puede integrar los dos sin problemas. La Suma Sacerdotisa aparecerá en tu lectura cuando sea el momento de conectarte con tu espiritualidad. Ella te impulsará a atravesar el velo y adentrarte en el inframundo del inconsciente. Ver más allá de la lógica y la razón y renunciar al control. Ejerce la paciencia y la confianza, y comprende que hay mayores fuerzas en el trabajo de las que posiblemente puedas conocer.”

** 

También es hora de ser honesta conmigo: pienso en la posibilidad de una relación con un hombre heterosexual que haya hecho las paces con su lado femenino. Entonces yo, por consecuencia, también tengo algo por hacer:

Hacer las paces con mi lado masculino.

One thought on “Del tarot y la dualidad que soy

  1. Con todo y mi educación e inclinación científica, tengo una fascinación y curiosidad inexplicables hacia todo lo que entra en esa sombrilla que llamamos «adivinación». No tanto por lo que se practica hoy en día, ni porque realmente crea en ello; más bien todo su contexto cultural, su historia, todo lo que significa para quienes sí creen.

    Con lo *poquísimo* que he estudiado sobre ello, creo que es correcto decir que todas estas «-mancias» son menos acerca de una mera predicción del futuro (que es un conocimiento no solo prohibido, sino estéril) y más acerca de encontrar la perspectiva o la pregunta adecuada. Precisamente de **observar** lo que rodea a uno (las nubes, granos de café, hojas de té…) y de permitirse hacer preguntas que de otra forma no entrarían en discusión porque son «ilógicas».

    Por eso (creo) esos signos siempre son ambiguos, se tienen que adecuar a uno, tanto como uno a ellos. No es solamente un algoritmo frío para obtener figuras/cartas/dados, es (o debería ser) una conversación entre dos humanos que buscan… ¿qué buscan? Dependerá de cada quien.

    Para mí esa clase de dualidades son la primera capa de la complejidad que llamamos “humanidad”. Casi nada de nosotros entra completamente en un molde, somos puntos en un espectro indefinible y casi indescifrable. Admitir que tenemos partes «contradictorias» dentro de nosotros es un ejercicio duro y muy gratificante, que si bien nos deja más preguntas que respuestas, también suele dejarnos más en paz hacia adentro y hacia afuera. En ese sentido, las cartas, runas y dados son meramente un puente hacia otro humano, es decir hacia uno mismo.

    Like

Leave a comment